“Tentaciones:
batalla perdida”
Joe
siempre había sido una persona sumamente reservada, por ende Anny
siempre había confiado en él para contarle sus secretos más
íntimos respecto de sus relaciones, sentimientos y deseos. No solo a
razón de su elección, de su gusto sexual, que les permitía estar
un poco en sintonía; sino porque también lo consideraba respetuoso,
confidencial y leal. Si bien no podía ignorar que sentía atracción
respecto de muchos aspectos suyos; siempre asumió la idea de lo
imposible que sería, por cuestiones obvias, un acercamiento hacia
él. De todos modos nunca estuvo ausente una que otra fantasía a
concretar con su amigo. En estos últimos tiempos se sentía más
cercana a él e incluso dependiente de su presencia.
Con
todos los terribles sucesos desafortunados con sus amantes, Anny no
podía evitar sentir cierta frustración. Todos los hombres con los
que había salido, caracterizados por la extrema masculinidad en su
máxima expresión al punto de la exageración, le hubo demostrado
que son muy pocos los requisitos que un hombre debe tener para ser
tal. Fue entonces en ese punto que entendió por que siempre se había
sentido cómoda con Joe, no solo porque no la observaba lascivamente,
con el único propósito de acostarse con ella; sino porque la
respetaba como mujer, respetaba todos sus caprichos e histerias, sus
malos y buenos momentos; entendía muchas cuestiones delicadas que
toda mujer, llegado a un punto, podría tener. Joe entendía sus
deseos.
Deseos.
Joe por
su parte también había formado un fuerte vínculo con Anny. Un
estrecho lazo, muy difícil de quebrantar. Si bien no a la manera
relacional, si afectiva. Él muchas veces se cuestionó la
imposibilidad de ver a una mujer como los demás hombres lo hacían.
Por supuesto que esa etapa ya había sido totalmente superada al
entender que sus deseos no eran esos y que aun así era feliz como
estaba. Pero algo había quedado suelto. La extrema conexión con
Anny. Una inexplicable situación de constante deseo de hacerla
sentir bien, querida y protegida; algo que no siempre surgía con sus
parejas; le abría una puerta hacia una incertidumbre. Es que Joe
veía en Anny mucha fragilidad. Para él, su amiga era una persona
sumamente deleznable, pero fuerte a la vez. Alguien graciosa,
divertida y profunda. Distinta a la mayoría de las mujeres, que en
su antigua época de heterosexualidad, hubo conocido. Y el hecho de
ser simple espectador sobre como muchos hombres no se percataban de
ello, lo tenía impotente. Joe sabía que Anny no era superficial,
todo lo contrario; su completa humanidad y fortaleza, como así
también su intelectualidad, no tenían limites. Y eso hacía que se
sintiera sumamente cómodo y a gusto con ella.
Con todo
esto era de esperar que la situación debido a los sucesos vividos,
tanto los de un como del otro, se sintieran mas unidos. Pero no solo
hermanados, sino que a razón del tiempo convivido desde Anny se hubo
mudado con Joe, este había sentido que compartían más que
situaciones, también gustos y debilidades.
Ambos se
encontraban parados uno al frente del otro en la cocina, separados
por unos pocos metros entre la mesada y la isla.
Ambos
se miraban fijamente.
Reinaba
el silencio. Solo se podía escuchar sus respiraciones discontinuas a
causa de la adrenalina. A medida que se sosegaban la mente de Joe, se
tornaba cada vez mas contrariada. No sabía a ciencia cierta qué es
lo que estaba ocurriendo. Una batalla interna amenazaba con derrumbar
lo poco que había edificado en estos últimos años.
Y allí
estaba ella. Anny.
Quien
por un instante dirigió la mirada hacia la ventana, tiempo
suficiente para que Joe pudiese escudriñarla en detalle. Su rostro
colorado debido a la agitación, su estrecha cintura, su largo y
delgado cuello que descendía en dos notorias clavículas, algo que
siempre le gusto, sus pechos…
Anny se
percató de que estaba siendo examinada minuciosamente y su
respiración comenzó a precipitar, dirigió su mirada hundiéndose
en la de Joe. Lo había visto miles y miles de veces, nadie conocía
tan a detalle como ella. Y lo sabía, porque mientras él no lo
advertía, ella lo observaba sin dejar escapar ni el más mínimo
fragmento de su cuerpo. Adoraba su cabello negro tinto, su piel
cenicienta, las mejillas rosadas de fácil rubor, sus labios rojizos,
su espalda ancha, su pecho duro; la esbelta cadera, que se dejaba
observar mejor cuando usaba jeans que caían en el punto justo para
dejar a la vista sus oblicuos, en clara insinuación de lo que le
continuaba mas debajo. Todo le agradaba. Y en lo más profundo de su
ser, le excitaba. Pero eso nunca lo podría nadie saber, ni siquiera
él. Joe también la observaba con esa misma intensidad, en ese
preciso momento.
En ambos
la batalla interior amenazaba con estallar al más mínimo
movimiento.
Joe
intentaba reprimir un pensamiento. Pensamiento que anteriormente
había surgido. Más precisamente, esa noche en la que
accidentalmente había visto a Anny sin nada más que la piel que la
revestía. Se había sentido muy avergonzado por ello. Pero en este
momento se encontraba tan confuso, que no podía censurar la imagen y
la intriga de saber cómo sería el contacto de su piel con la suya.
Sobre cómo sería tocarla a ella, no a otra persona. Cómo sería
sentir su calor, su respiración a cerca, el roce de su aliento, sus
labios…
Entonces
la batalla por fin se hubo librado.
A pesar
del intento fallido por reprimir tales deseos y curiosidades Joe
instintivamente se acercó a Anny, sin despegar ni un segundo su
mirada en ella. Esta lo observaba petrificada, presa de la sorpresa
ante el repentino movimiento y cercanía. Solo unos centímetros los
separaba. Anny percibió lo acelerado de sus respiraciones, pero la
de su amigo era casi un estruendo. Él era muy alto y más grande
físicamente en comparación; pero eso no la intimidó en absoluto.
De repente su cuerpo empezó a arder ante una posibilidad. Un anhelo
de que eso que por tanto tiempo hubo deseado estuviese a punto de
suceder.
Joe posó
su mano en la mejilla de ella, como había hecho en reiteradas
oportunidades, solo que esta vez iba con una intención diferente. El
contacto entre ambas pieles produjo una extraña reacción y una
pequeña descarga eléctrica recorrió cada fibra de sus cuerpos.
Anny estaba tensa, no sabía si esto era real o una ficción, un
sueño.
De
repente toda la situación se torno surrealista, como una imagen
onírica. Joe bajo lentamente la mano, por el cuello hasta la
clavícula saliente, acaparando cada fragmento de la piel de su
amiga. El corazón de ella aceleró a los mil latidos por segundo. La
habitación comenzó a arder en llamas. Él estaba absorto por todo
lo que estaba sintiendo. Tanta fue la confusión que no pudo frenar
ni resistir el impulso de llegar hasta lo último. No podía negar
que estaba ocurriendo debajo de su piel férvida. Deseaba esa piel,
ese cuerpo, esa respiración, esos labios, esos pechos, ese cuello.
Deseaba a Anny. La deseaba en este momento sin importar nada. Ella
también lo ansiaba con la misma violencia. Ninguno pudo seguir
reprimiendo sus deseos.
Anny
relajó la tensión de su cuerpo al contacto con la mano de Joe, que
se paseaba plácidamente hasta posarse en sus pechos. En reacción
arqueó un poco su espalda para recibir el tacto con mayor amplitud,
aun con su blusa de por medio. Recién se percato de que no llevaba
sostén, por lo que la dureza de sus pezones la delató
completamente. Esa reacción al tacto sobresaltó a Joe, provocándole
una nueva oleada de calor. Y un impulso nuevo recorrió todo su
cuerpo hasta culminar en el ápice de su miembro. Un leve gemido y
ella le tomó el rostro y besándolo con cautela para no
estremecerlo. Pero en respuesta a lo sápido de tanta delicadeza y
fervor, Joe se tornó feroz y famélico. Es como si hubiera padecido
sed durante mucho tiempo y los labios de Anny eran su fuente de
salvación. La aferró por la cintura atrayéndola hacia su cuerpo,
tanto que ella pudo percibir la dureza de su miembro a través de sus
ropas. De nuevo un leve gemido, Joe introdujo su lengua en la boca de
Anny, para saborear mejor su excitación.
Y la sed comenzó a picar
sus pieles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario