jueves, noviembre 14, 2013

“Tentaciones: batalla perdida”



 “Tentaciones: batalla perdida”

Joe siempre había sido una persona sumamente reservada, por ende Anny siempre había confiado en él para contarle sus secretos más íntimos respecto de sus relaciones, sentimientos y deseos. No solo a razón de su elección, de su gusto sexual, que les permitía estar un poco en sintonía; sino porque también lo consideraba respetuoso, confidencial y leal. Si bien no podía ignorar que sentía atracción respecto de muchos aspectos suyos; siempre asumió la idea de lo imposible que sería, por cuestiones obvias, un acercamiento hacia él. De todos modos nunca estuvo ausente una que otra fantasía a concretar con su amigo. En estos últimos tiempos se sentía más cercana a él e incluso dependiente de su presencia.

Con todos los terribles sucesos desafortunados con sus amantes, Anny no podía evitar sentir cierta frustración. Todos los hombres con los que había salido, caracterizados por la extrema masculinidad en su máxima expresión al punto de la exageración, le hubo demostrado que son muy pocos los requisitos que un hombre debe tener para ser tal. Fue entonces en ese punto que entendió por que siempre se había sentido cómoda con Joe, no solo porque no la observaba lascivamente, con el único propósito de acostarse con ella; sino porque la respetaba como mujer, respetaba todos sus caprichos e histerias, sus malos y buenos momentos; entendía muchas cuestiones delicadas que toda mujer, llegado a un punto, podría tener. Joe entendía sus deseos.

Deseos.

Joe por su parte también había formado un fuerte vínculo con Anny. Un estrecho lazo, muy difícil de quebrantar. Si bien no a la manera relacional, si afectiva. Él muchas veces se cuestionó la imposibilidad de ver a una mujer como los demás hombres lo hacían. Por supuesto que esa etapa ya había sido totalmente superada al entender que sus deseos no eran esos y que aun así era feliz como estaba. Pero algo había quedado suelto. La extrema conexión con Anny. Una inexplicable situación de constante deseo de hacerla sentir bien, querida y protegida; algo que no siempre surgía con sus parejas; le abría una puerta hacia una incertidumbre. Es que Joe veía en Anny mucha fragilidad. Para él, su amiga era una persona sumamente deleznable, pero fuerte a la vez. Alguien graciosa, divertida y profunda. Distinta a la mayoría de las mujeres, que en su antigua época de heterosexualidad, hubo conocido. Y el hecho de ser simple espectador sobre como muchos hombres no se percataban de ello, lo tenía impotente. Joe sabía que Anny no era superficial, todo lo contrario; su completa humanidad y fortaleza, como así también su intelectualidad, no tenían limites. Y eso hacía que se sintiera sumamente cómodo y a gusto con ella.

Con todo esto era de esperar que la situación debido a los sucesos vividos, tanto los de un como del otro, se sintieran mas unidos. Pero no solo hermanados, sino que a razón del tiempo convivido desde Anny se hubo mudado con Joe, este había sentido que compartían más que situaciones, también gustos y debilidades.

Ambos se encontraban parados uno al frente del otro en la cocina, separados por unos pocos metros entre la mesada y la isla.

Ambos se miraban fijamente.

Reinaba el silencio. Solo se podía escuchar sus respiraciones discontinuas a causa de la adrenalina. A medida que se sosegaban la mente de Joe, se tornaba cada vez mas contrariada. No sabía a ciencia cierta qué es lo que estaba ocurriendo. Una batalla interna amenazaba con derrumbar lo poco que había edificado en estos últimos años.

Y allí estaba ella. Anny.

Quien por un instante dirigió la mirada hacia la ventana, tiempo suficiente para que Joe pudiese escudriñarla en detalle. Su rostro colorado debido a la agitación, su estrecha cintura, su largo y delgado cuello que descendía en dos notorias clavículas, algo que siempre le gusto, sus pechos…

Anny se percató de que estaba siendo examinada minuciosamente y su respiración comenzó a precipitar, dirigió su mirada hundiéndose en la de Joe. Lo había visto miles y miles de veces, nadie conocía tan a detalle como ella. Y lo sabía, porque mientras él no lo advertía, ella lo observaba sin dejar escapar ni el más mínimo fragmento de su cuerpo. Adoraba su cabello negro tinto, su piel cenicienta, las mejillas rosadas de fácil rubor, sus labios rojizos, su espalda ancha, su pecho duro; la esbelta cadera, que se dejaba observar mejor cuando usaba jeans que caían en el punto justo para dejar a la vista sus oblicuos, en clara insinuación de lo que le continuaba mas debajo. Todo le agradaba. Y en lo más profundo de su ser, le excitaba. Pero eso nunca lo podría nadie saber, ni siquiera él. Joe también la observaba con esa misma intensidad, en ese preciso momento.

En ambos la batalla interior amenazaba con estallar al más mínimo movimiento.

Joe intentaba reprimir un pensamiento. Pensamiento que anteriormente había surgido. Más precisamente, esa noche en la que accidentalmente había visto a Anny sin nada más que la piel que la revestía. Se había sentido muy avergonzado por ello. Pero en este momento se encontraba tan confuso, que no podía censurar la imagen y la intriga de saber cómo sería el contacto de su piel con la suya. Sobre cómo sería tocarla a ella, no a otra persona. Cómo sería sentir su calor, su respiración a cerca, el roce de su aliento, sus labios…

Entonces la batalla por fin se hubo librado.

A pesar del intento fallido por reprimir tales deseos y curiosidades Joe instintivamente se acercó a Anny, sin despegar ni un segundo su mirada en ella. Esta lo observaba petrificada, presa de la sorpresa ante el repentino movimiento y cercanía. Solo unos centímetros los separaba. Anny percibió lo acelerado de sus respiraciones, pero la de su amigo era casi un estruendo. Él era muy alto y más grande físicamente en comparación; pero eso no la intimidó en absoluto. De repente su cuerpo empezó a arder ante una posibilidad. Un anhelo de que eso que por tanto tiempo hubo deseado estuviese a punto de suceder.

Joe posó su mano en la mejilla de ella, como había hecho en reiteradas oportunidades, solo que esta vez iba con una intención diferente. El contacto entre ambas pieles produjo una extraña reacción y una pequeña descarga eléctrica recorrió cada fibra de sus cuerpos. Anny estaba tensa, no sabía si esto era real o una ficción, un sueño.

De repente toda la situación se torno surrealista, como una imagen onírica. Joe bajo lentamente la mano, por el cuello hasta la clavícula saliente, acaparando cada fragmento de la piel de su amiga. El corazón de ella aceleró a los mil latidos por segundo. La habitación comenzó a arder en llamas. Él estaba absorto por todo lo que estaba sintiendo. Tanta fue la confusión que no pudo frenar ni resistir el impulso de llegar hasta lo último. No podía negar que estaba ocurriendo debajo de su piel férvida. Deseaba esa piel, ese cuerpo, esa respiración, esos labios, esos pechos, ese cuello. Deseaba a Anny. La deseaba en este momento sin importar nada. Ella también lo ansiaba con la misma violencia. Ninguno pudo seguir reprimiendo sus deseos.

Anny relajó la tensión de su cuerpo al contacto con la mano de Joe, que se paseaba plácidamente hasta posarse en sus pechos. En reacción arqueó un poco su espalda para recibir el tacto con mayor amplitud, aun con su blusa de por medio. Recién se percato de que no llevaba sostén, por lo que la dureza de sus pezones la delató completamente. Esa reacción al tacto sobresaltó a Joe, provocándole una nueva oleada de calor. Y un impulso nuevo recorrió todo su cuerpo hasta culminar en el ápice de su miembro. Un leve gemido y ella le tomó el rostro y besándolo con cautela para no estremecerlo. Pero en respuesta a lo sápido de tanta delicadeza y fervor, Joe se tornó feroz y famélico. Es como si hubiera padecido sed durante mucho tiempo y los labios de Anny eran su fuente de salvación. La aferró por la cintura atrayéndola hacia su cuerpo, tanto que ella pudo percibir la dureza de su miembro a través de sus ropas. De nuevo un leve gemido, Joe introdujo su lengua en la boca de Anny, para saborear mejor su excitación. 

Y la sed comenzó a picar sus pieles.








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