“El
sagrado castillo Luzbel”
El cúmulo del pasado,
atormentando el presente, amenaza con exterminar el futuro para
siempre.
Aquellos
recuerdos; hoy considerados errores, por ser el desperfecto que
corrompe el orden con solo pensar en reverso, lo “perverso”;
invaden la piel que reviste mi verdad.
Sin filtro me atreví a
pecar, juré en vano y hablé. Ahora el peso de esas miradas todo lo
destruye en su intento por apropiarme.
¡Por
favor alguien me ayude a respirar!
En busca de superficie, me
hundí en terreno pedregoso.
Lloro
por que sé, todo se desvanece. Aquello que en su momento fue el
camino a la libertad, hoy es la fosa que espera el triste final.
Es que he sido juzgada por
un santo en discrepancia.
Temo por mis ideales, mis
convicciones, por mis sueños. Temo haber hecho más de lo permitido,
más de lo “debido”.
No fue
tan sencillo admitir cuan doloroso han sido esos golpes, por que todo
cuanto soy se ha trasformado en la cúpula central del castillo
Luzbel,
en la que el tirano de las sagradas palabras, me sentencia a la
eterna desgracia de asolar mi templo.
Nadie,
ni nada, puede salvarme del vacío; mas he perdido la razón de
existencia.
Entonces me pregunto:
¿Cómo habría sido todo
si hubiera…? ¿Si fuera…?
¿Qué es lo que lleva a
uno perder la cordura?
¿Qué es la “cordura”?
Un último grito de
auxilio, respiro y muero al fin.
Sentir
el sol rozar la piel, cálida sensación de tocar el fuego. Ver el
cielo. Admirar entes que transitan, sin miedo, por la vida. No existe
más que la grandeza de gozar la plenitud del alma.
Anhelar
cuan hermoso es ser “lo malo”, y entender que solo
los espíritus libres de corazón pueden sucumbir sin culpas, ni
penas, por ser lo que son.
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