miércoles, noviembre 13, 2013

Del acto de la disciplina y dominación sexual.


Del acto de la disciplina y dominación sexual.

Por su naturaleza extraordinaria, el acto de intimación, de acercamiento de índole sexual, nos ha sido negado.
Aquel momento, en el que dos cuerpos dejan liberados sus deseos mas íntimos, a fin de fundirse el uno con el otro mediante un simple acto, que involucra sus partes y facetas más puras y ocultas. Es cuanto más conocemos de nuestros instintos, de nuestra verdad, de nuestro ser. Es el mayor estado de plenitud de nuestra existencia. Pues solo somos sentidos y emociones. Puro despliegue de sensibilidad.
Si el mundo pudiese definirse en tales lineamientos, simplemente la fluidez haría de su libre juego, en el que los términos no están escrito, un sin fin de suspiros y gritos de júbilos y satisfacciones. Mas libertad, mas sonrisas. Un océano de excitación. De anhelos.
Pero los deseos parten desde un punto. Un simple y delicado vértice. Un nervio. Que al ser provocado despliega un universo de otras emociones.
La esencia negada. La negación misma del ser.
Entonces...
¿la represión puede conllevar a la excitación?
Nuestro ser no sólo se constituye de lo real... sino de la realidad misma.
Nuestra realidad es más profunda y extensa que la mera piel que nos reviste. Las bondades y templanzas no son lo único que somos. Tampoco los defectos conocidos y re-definidos, por consenso, como tal. Sino también por las perversiones, las oscuridades. Facetas esotéricas; en las que, por siglos, se ha puesto empeño en ocultar en lo más recóndito de nuestro espíritu, tanto es así, que ni siquiera se habla de ello (tabúes); dándonos como resultado lo real.
Pero lo cierto es que por más reprimenda y negación que se le imprima, más fuerte puede pujar esa oscuridad. Por que, aunque más luz y claridad nos ilumine, mas nítida resultaría aparecer nuestra sombra. Simplemente es algo con lo que no podemos luchar, ni sobrellevar.
Es la única batalla que se gana con sólo ceder.
La prohibición nos debilita. Nuestro talón de Aquiles, nuestro punto de imperfección: el anhelo de ser libres, que conlleva a la curiosidad y por ende a la subversión, siempre fue y será la que nos abrirá las puertas hacia el abismo. El hombre impuro por naturaleza, miserable ante su propia grandeza, siempre se rendirá ante sus instintos.
Y en ese instante en el que nos impiden ser, es cuando la inquietud nos flaquea.
Por que solo basta con ese ínfimo instante de vacilación para derribar lo que siglos y siglos de leyes, reglas y ficciones construyeron, con el único fin de poder controlar cada situación que nos precede, por miedo a lo desconocido.
En vano al fin...
Porque cuanto más lo niegues más potente será la batalla librada en tu interior. Más catastrófica serán las consecuencias. Sentirse impotente nos enciende. Nos excita lo que cuesta, lo que duele, lo que se niega.
Nunca se es del todo, sin antes haber traspasado los límites de lo estricto.

Nunca dirás nunca y  nunca dirás no, sin un por qué.





(Fragmento de "Dancing in the Dark")




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