"El arte del Bastardeo"
-¿Qué
te ha ocurrido esta tarde?
-¿Por
qué lo dices linda?
-Te
vi un tanto angustiado...
-¿Angustiado?
No lo creo preciosa – dijo Jensen en tanto servía dos
copas de Dom Pérignon.
-Pues déjame decirte
que te desconocí...
Jensen tomó
asiento en su ostentoso sofá. Y centró su atención en la joven que
tenia en frente. Una castaña de imperiosos ojos verdes y rostro
ceniciento. Su tipo. Sus cabellos caían en cascada adornando la
delicada curva de sus hombros, resaltando sus notorias clavículas.
Algo que a Jensen le fascinaba, pues le gustaba jugar con
aquella parte, tanto o mas que otras cliché y
obvias. Reconocía que en parte, rebuscar e
innovar atraía bastante al sexo opuesto. Ella lo observaba
con gestó reticente y un tanto reacia. Con cada ademán o
gesto emanaba una delicadeza y sensualidad
deslumbrante. Desde el primer momento en que la hubo conocido,
que ella le había parecido atractiva y cautivadora. De modo que
en plan de conquista se había acercado a ella, para conocerla mas a
fondo. Y para ser exactos llevaba casi un
mes trabajándola y estudiándola en detalle.
Como
todo lobo al acecho, había encontrado una víctima. Aunque se negaba
a pensarlo de ese modo, pues las mujeres para Jensen no
constituían solo números que pasasen impecables por un cuenta
ganado, sino mas bien eran todo un desafió, un reto digno de asumir.
Todo un misterio, algo tan inquietante, como placentero. Conocer una
mujer era toda una hazaña y conquistarla un arte. Las
mujeres eran la analogía perfecta de un cumulo de sentimientos
sublimes dignos de padecer.
Sonrió
ladino.
-¿Como
sería eso? - inquirió un tanto intrigado.
-Ya
sabes... te vi serio...
-¿Que
tendría eso de malo?
-Es
que tu siempre estas... no se.. despabilado, sonriente y burlón...
- confesó la castaña.
-Mal
día supongo... - manifestó casual.
-No
pareces el tipo que suele amedrentarse por algo – arremetió ella
sin tapujos. En tanto seguía con la vista a Jensen quien se
había acercado sigiloso hacia ella, pero sorprendiendo en ultima
instancia solo sentándose a su lado para solamente observarla
curioso y socarrón.
-Mmm eso
hace que me vea como un completo cretino ¿no? - espetó sagaz, sin
abandonar su característico sentido del humor y gesto insinuante.
-¿Acaso
no lo eres? - dijo impasible la joven.
Jensen profundizó
su mirada en la de ella. Ese comentario lejos de afectarle,
pues conocía su realidad tal cual, le había fascinado.
Pudo percibir el dulce sabor que se siente al apostar en las partidas
de poker, hablando de aquellas que conllevaban fuertes
sumas de dinero, cuyo premio era aun mayor. Aunque, en cuestión,
nada para él se resumía en plata, mas si en triunfos y
hazañas. Y Chanel estaba ingresando al circulo de su amado
mundo del juego despiadado que tanto le gustaba jugar. Sin filtro ni
nada, pues ya había captado que poseía aquel néctar que
tanto buscaba, pero que nunca lo saciaba del todo. Esa chica estaba
armada.
-Tienes
razón, que puedo decir... aunque eso no quite que pudiese tener
malos días. Pero que mas da ponerse en plan de sufrido, cuando
puedes solucionarlo con algo que realmente lo valga... - le guiñó
un ojo.
Había
utilizado su acusacion a su favor. Ella le sonrió discreta. Acto que
le abrió sus apetitos lúbricos. Pero trato de bajar los
niveles, para sobrellevar con firmeza la situación. La miró
directo a los ojos, táctica que nunca le fallaba, pues
sabia a la perfección el impacto que generaba en las
personas con su sola mirada. Lo había hecho desde niño
con las amigas de su madre, que siempre se babeaban por él;
con las amigas de su hermana, con sus profesoras, con sus compañeras
de la universidad, etc.
-¡Salud!
- elevo su copa en gesto triunfal.
-Y...
¿Por que brindamos?
Se
acercó sigiloso hacia ella, tomándola por completo
desprevenida, ya que estaba perdida en su mirada. Otra de sus típicas
tácticas. Cuando solo los separaba milímetros, él tomo su mano
acariciándola con su pulgar con una suavidad exquisita, enviando
leves descargas por cada fragmento su cuerpo, sin apartar la vista en
ella. Consciente de que no tardaría mucho en ceder espacio en
su terreno impenetrable, se acercó aun mas hacia ella, acortando la
distancia de sus rostros a milímetros. Y llevando implícito la
promesa de un beso fogoso, le respondió en un susurro insinuante...
-Porque
soy un completo bastardo...
Y
terminó aquel encuentro con un sutil beso en el dorso de su mano,
dejándola más que estupefacta.
Reprimió
una sonrisa. De verdad que era un maldito bastardo.
(Fragmento de "De la Idea del Caos")
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