22:00 pm.
22:00
pm.
Luego
de un largo día regreso a mi cama, un templo no sólo de descanso,
sino también de meditación. Sábanas te abrazan y te dan calor,
almohadas reciben la pesadez de nuestros pensamientos sin protestar.
En algunos casos el sueño se presenta al rato, puede que tarde o
probablemente nunca llegue, pero el silencio y la tranquilidad nunca
fallan. Y así, en ese lapso, la mente se libera: plegarias divagan,
pensamiento se entrelazan y un sin fin de confesiones salen a flote,
con el objeto de aliviar la tensión. Es sólo en ese momento de
soledad y quietud, que te das cuenta del peso de la realidad, de la
carga del día y de lo adolorido que está tu cuerpo. Un flashback de
milésimas de segundo invaden tu visión. Simplemente estás cansada
y abatida. Pienso.
Entonces
me dejo ser, cedo... Y es ahí cuando la recuerdo. La recuerdo con
fervor, con anhelo y desesperación. La recuerdo con tristeza y
alegría. La recuerdo como si estuviese en la cocina o a mi lado.
Y
la extraño.
Quizás
el día ha sido complicado y sienta que no lo pude soportar con
dignidad. Recurrir a su viva imagen representa un simple consuelo
ante la frustración, la idea de que no existe dolor más fuerte que
su ausencia, ni obstáculo más grande que la imposibilidad de poder
verla, hablarle o escucharla una vez más. Tal vez la recuerdo con el
sólo deseo de compartir mis vivencias y delegarle mi angustia, para
recibir su contención. Tal vez, quizás... Lo cierto es que la
extraño, y la vida está muy difícil...
22:23
pm.
Seco
un par de lágrimas que no he podido reprimir, y me relajo, pues la
pesadez de mis párpados me indican que pronto abandonaré la
realidad para sumirme al mundo de los sueños. Apago la tenue luz de
la lámpara y guardo su foto con la promesa de que quizás esta vez
la pueda soñar. Finalmente me fundo en las cálidas sábanas, cierro
los ojos hasta un nuevo amanecer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario